Una barra de bar, la de horas que habré pasado escondido detrás de ella, la de días que habré jugado a esconder los muñecos entre las botellas, o utilizando la barra como montaña, o como puerto de montaña con las chapas, por no hablar de las veces que habré imaginado que era la barra de un bar del Oeste, y no solo la barra, los taburetes tumbados eran caballos, y a mayores servían para hacer tiendas de campaña con la manta de cuadros azul.
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