30 de enero de 2009

Chapas

No eramos muy escogiditos con las chapas, nos conformábamos con que estuvieran en buen estado y no tuvieran los temibles salientes que provocaban los abridores de bebidas





(nuestros sacrificados padres solían arreglarlas a base de martillazos), mortales si tenías que golpear cientos de chapas al día como era mi caso, organizaba vueltas ciclistas con cientos de chapas y múltiples obstáculos, incluidas mantas como puertos de montaña, el proceso de montaje de las etapas era tan complejo que muchas veces el comienzo de la etapa tenía que ser neutralizado por la llamada a comer, los corredores los recortaba de los cromos de ciclismo y el camino lo delimitaba con barajas de cartas, incluso había espectadores, cientos de figuritas se agolpaban en las aceras, por supuesto todo era muy profesional y se llevaba una clasificación general que se modificaba cada día, a pesar de mi absoluta neutralidad la mayoría de las vueltas las solían ganar los ciclistas del Reynolds, y más en concreto Perico Delgado, también existían carreras ciclistas durante el recreo pero eran muchísimo más aburridas porque lo importante era la competición pura y dura y no el proceso, que es lo realmente divertido.



La otra vertiente chapera eran los partidos de futbol con dorsales construidos artesanalmente en los cuadernos del cole, teniendo en cuenta que tenía un futbolín nunca fui un gran jugador de futbol chapas, lo que no quita para que participara en el Mundial que se celebraba en el cole por las tardes, se construían campos en la arena delimitados por montones de tierra o piedras y como balón se utilizaba un garbanzo, no pasé de la primera fase, no pude reeditar los triunfos que había conseguido en el Chuta con la selección de Francia.


(ficha con la que hice los dorsales de las chapas, por supuesto con la bandera tricolor de Francia, para variar fue mucho más divertido el proceso de preparar el partido de chapas que jugarlo, siempre he sido un jugador no un cazador)



Mis favoritas eran las doradas, las de Bitter Kas y las de Corona.







Las más habituales las de cerveza, que nos traían nuestros padres de los bares, y las de los refrescos que eran las que teníamos a nuestro alcance.













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